El arzobispo y secretario del Dicasterio
para los Institutos de la Vida Consagrada y las Sociedades de Vida
Apostólica en el Vaticano, José Rodríguez Carballo, vuelve a su tierra, A Limia,
como cualquier otro veraneante. Sin embargo, en el caso del
franciscano, sin vacaciones, pues ayer mismo se encargaba, a las 12,00
horas, de oficiar misa en honor a la beata Sor Dorinda en su localidad
natal: Lodoselo. También se reunirá hoy con los “compañeros” con los que
se junta “de vez en cuando” para “recordar viejos tiempos” y
participará en la fiesta de Santa Clara, en Tui.
Poco antes de la eucaristía, y todavía con la “resaca” de las fiestas patronales,
el religioso tomaba un café y un almendrado de las clarisas alaricanas
en su casa familiar y en la compañía de su hermana Josefina, su cuñado
Francisco y su sobrino Miguel Ángel.
Aunque Rodríguez Carballo reside en Roma
desde hace más de cuatro décadas -una ha pasado desde que el Papa
Francisco le nombró secretario, convirtiéndose el de Lodoselo en su
primera designación-, su hogar en Sarreaus es un auténtico museo
personal lleno de recuerdos de sus más de 160 viajes por el mundo
-bastones que le regalaron en Ecuador, en Lima o en África; la
reproducción del Niño Jesús de la Espina, de Perú; o el diploma de hijo predilecto de Sarreaus-
y encabezado por dos retratos: el suyo propio y el de sus padres. De su
madre dice con orgullo que fue “la primera mujer de Lodoselo en emigrar
a Alemania”. Y es que cuando a José Rodríguez Carballo le preguntan por
sus títulos le gusta decir que es hijo de emigrantes, franciscano y
gallego. Quizá por este motivo vuelve con frecuencia a su tierra: para
mantener vivas sus raíces. En este sentido, está convencido de que “quien olvida sus raíces se vuelve muy manipulable”.
Además, en el listado de idiomas que maneja pone en primer lugar su
idioma materno, el gallego, y recuerda con el mismo orgullo que “yo
participé en la primera traducción de la Biblia al gallego en el año
89”.
En estos días, el arzobispo recuerda qué
le llamó de la vida religiosa: “Me gustaba ser franciscano. Me gustaba
el carácter de un fraile que conocí y que todavía vive: tiene cerca de
100 años. Me llamaba la atención su sencillez y su alegría”. Ahora,
varios años más tarde, Rodríguez Carballo sigue viajando alrededor del
globo con el firme propósito de “animar y regular la vida consagrada en
el mundo”. Asegura que, desde la llegada del Papa Francisco, se hace más
hincapié en la parte de la animación: “Por eso viajamos tanto”, señala
el religioso. “El año que viene, por ejemplo, daré un curso de
ejercicios espirituales para todos los obispos de Ecuador”, añade.
Salir al encuentro de los fieles y
religiosos, una tendencia que sigue actualmente la Iglesia, es, en
palabras del arzobispo “volver a lo que siempre fue. El Papa Francisco
insiste que la Iglesia debe ser una institución en salida. Tiene que
encontrarse con la gente”.
EL PAPA FRANCISCO
Si algo tiene claro José Rodríguez es que el
papa actual “rompió todas las barreras”. La próxima audiencia con él la
tiene fijada para el 5 de septiembre: “No interrumpe ningún compromiso.
Se levanta a las 03,30 horas y trabaja todo el día”, explica. “Es muy
sencillo, positivo y no le gusta el protocolo. Además es alegre, místico
y con un gran sentido del humor. Habla con mucha libertad y denuncia el
mal, tanto dentro de la Iglesia como fuera. Para mí es un profeta y
como tal será criticado y perseguido. Es un gran Papa, la historia lo
dejará en buen lugar, aunque creo que lo que muchos no soportan de él es
su libertad: él llama a las cosas por su nombre”, concluye.